nuestros cuerpos se incendiaban,
tuvimos que dejar de vernos
porque el deseo era tan potente
que nunca terminaba de apagarse.
Fue entonces,
cuando todo se hizo más triste,
empecé a leer libros
que ya no la mencionaban,
a escribir poemas
que no la reconocían,
a poner por delante
canciones del fin de mi lista,
mientras acariciaba el botón de pause,
pensando,
si alguien también,
lo estaría acariciando.
Qué bueno tu poema, Xan, esa tentación que está ahí latente.
ResponderEliminarUn beso.
Gracias María, la tentación siempre está presente. Abrazos.
EliminarOh qué bonito, qué triste, qué gráfico.
ResponderEliminarMe encantó Xan!
Gracias Luna, aunque no pretendía que fuese triste. Abrazos.
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