Se marchó la chispa de mis musas, la mina Romina de Argentina, que voy a hacer yo, con un cojo corazón a la deriva. Se fue a surfear tan lejos, que no la adivino en el horizonte, se fue a vender quimeras, a otro pobre santo sin nombre.
Me dejó los tuétanos vacíos, la sangre agelatinada, ¡ como voy a llorar !, si he gastado todas mis lágrimas.
Solo me queda la huella de sus palabras, y las mías, en líneas alternas, tiritando de miedo en la pantalla, porque a sus cálidos ojos extrañan.
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