30 enero 2015

ME CAMBIÓ LA VIDA


Esta semana se conmemoró el 70 aniversario de la liberación del campo de exterminio nazi de Auschwitz-Birkenau , pude visitarlo hace algunos años y en mi opinión hay cosas que no deberíamos olvidar.



Caminé silente,
acompañado por la respiración serena,
de una multitud que velaba el ambiente,
con el clamor de su ausencia.

Caminé despacio,
sin sentir al paso,
el rastro de mi huella en el terreno,
casi, como sin haber pasado.

Y me descorazonó,
el olor a masacre,
la impotencia ante el horror,
los barracones donde morir
a la espera de la muerte,
los edificios contaminados
de indeleble y mercurial desgracia.

Me estremeció aquel atroz testimonio
de carencia de juicio alguno,
la negrura de las piedras tristemente enmudecidas,
los arañazos de desesperación en los muros,
las cenizas de la sangre esparcidas por el humo.

Y me aplastó la luz,
que las rendijas no filtraban,
el eco de los gritos ahogados en las paredes,
la angustia de las torturas condensada en el ambiente,
la inexplicable falta de auxilio,
que puede llegar a tener la humanidad para con la vida.

Me destrozó la fatalidad,
la ponderada estridencia vejatoria,
la vorágine insaciable y desatada,
que alcanza la crueldad,
cuando la conciencia se aparca.

Y como siempre,
me llegó a la intención,
a la voluntad, a la valentía,
para luego irse abandonando,
en alguna parte de mí,
sin fluir con el discurrir de los días.

Y de estarlo, de una cosa estoy seguro,
seguro        
que me cambió la vida.


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