12 noviembre 2014

CONVIVENCIA


Escribo por las dorsales de tus pies desnudos,
la primera parte de otra figuración perdida.
Me casé con tus quimeras malditas,
y ahora no encuentro recreo en las posadas de tus ojos vidriosos.

Fue aquel despertar de la inercia,
que de vez en cuando ejerce la vida en convivencia,
el desoir la comisura musicada de tus labios,
el cortar los hilos intangibles que movían deseos estériles
pero necesarios.

Y ponerme a tiritar palmas de lamentos,
buscando el tropiezo con las piedras que suelto por lastre.
Acucié bien los sentidos para no notarme,
caída entre el frescor del azul del aire,
o niña herida en el atardecer del camino,
o mujer alegre al inicio de la senda verde.

Conseguí una orden de desordenado alejamiento,
para observar el casquivano centellear de la inconsciencia,
fue entonces, al coronar la cumbre del aislamiento,
cuando su frío corazón sintió el aliento

del gélido mío.

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