Vivo buscando
el reflejo de mi rostro en tus pupilas,
y no hay mejor trago
que el inigualable candor de tus
caricias,
ni fotografía más bonita
que la de tus labios dibujando una
sonrisa,
ni mayúscula letra
que la letra capital de tu propio
nombre,
ni voz más celeste
que el armonioso sonido vibrante
del arpa de tus cuerdas vocales.
Ya solo hieren,
los días ausentes de suerte,
y ¿ qué es la suerte?
Suerte es verte,
contemplar como respiras,
como vives y como duermes,
sentirse inmensamente ufano,
pues no hay otra manera de estar
contigo, a tu lado,
que rozar la eternidad entonando el
ritmo
de los suaves latidos de tu corazón,
y besar la gloria a cada instante,
tendiéndote la mano al borde de
nuestro propio abismo,
sin almacén, megas o registros.
Duele ser como soy,
arriesgar la vida en cada instante,
bajar la razón a jugar al parque,
poner la pasión por delante.
Solo me ampara tu confianza,
la que aflora de las caricias de tus
sueños sonoros,
la que inspira las frases que solo
pronuncio,
cuando respiro el oxígeno que desechas
en tu aliento,
la que me hace explorar sin miedo al
cansancio,
ni al principio del fin de los tiempos.
Y aunque resbalen lágrimas tristes
por nuestras pertrechadas mejillas,
mis temores se guarecerán tras el
escudo que habita en tu abrazo,
tu mirada será la espada certera que
me defienda,
blandiendo sin tregua al fracaso,
y tus besos serán la cura divina,
que cauterice mis más profundas
heridas.
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