Se estremeció una luz,
cumplió la desgracia su cometido,
tendió sus manos
la vida al sueño eterno,
cambió con indiscreción
su rumbo el destino.
La ausencia
con inquietud existencial,
se desbordó anegando el camino.
Con precisión experta
asumió el corazón su roll paliativo,
afrontó el valor
los retos que la razón no quiso.
Obró el cuerpo por instinto,
la adrenalina sintetizó el opio de la
mente,
y los minutos fueron ocupando su lugar,
en el cajón del pasado imborrable.
Y cuando el ruido se alejó:
vino la rabia a erizar la piel,
vino la angustia a acorralar al ánimo,
vino el miedo a inundar el valle de los
sueños,
llegó la soledad para apedrear los
sentimientos.
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