deja de actuar por instinto,
para sentirse atraída y partidaria
de llenar un byte en mi cerebro de memoria.
Y entre plausibles ausencias,
sigo siendo la misma conjetura,
que gime, que se arriesga,
a perder para siempre la cordura.
El desprecio interminable se marchó,
rodando sobre puente de abismos,
a tirarse lejos y sin reloj,
para hacer de molinos, paraísos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tus letras y tus espacios, tus comas y tus puntos, tus signos, tus clicks... tu atención.